Un lobo feroz se alzó en medio de la guerra medieval, su pelaje grisáceo brillando bajo la luna llena. Los soldados lo temían, creyendo que era un presagio de muerte. Sin embargo, el lobo no atacaba a menos que fuera provocado, prefiriendo observar la batalla desde la distancia. Se dice que era el espíritu de un guerrero caído en combate, protegiendo el campo de batalla de intrusos no deseados. Su aullido aterrador resonaba en toda la tierra, recordando a todos que la guerra no era solo entre humanos, sino que la naturaleza también tenía su propia batalla por librar.